Abriendo la puerta del infinito
panarra
Últimamente pienso que me he dejado llevar por
mis divagaciones en el blog. Me he perdido entre enzimas, procesos de
fermentación, experimentos de harinas más o menos raras... Las recetas se
vuelven más y más rebuscadas para darle algo de novedad a la cosa...
Así que hoy he decidido volver al principio. Hace tiempo que no me ocupo de la sección SOS, en la que poco a poco se va a construyendo un pequeño mapa de los ingredientes, procesos y utensilios panaderos.
Así que hoy he decidido volver al principio. Hace tiempo que no me ocupo de la sección SOS, en la que poco a poco se va a construyendo un pequeño mapa de los ingredientes, procesos y utensilios panaderos.
Y para volver a SOS, nada mejor que una
entrada que parta desde el principio. Y el principio de cada masa es la receta y
a partir de ella, pesar los ingredientes. Y en eso me voy a parar hoy. Y no, en
esta entrada no hay receta, ni siquiera la del apetitoso pan con el que se abre
la entrada (símbolo del infinito panarra).
¿Sorprendidos? Pues aunque no os hayáis parado
a pensarlo hay dos o tres cosas interesantes que decir sobre el hecho de pensar
y/o medir los ingredientes que vamos a utilizar. Y en este caso, no estoy
hablando de modificar una receta... sino de seguirla al pie de la letra.
Porque la primera recomendación al acercarse a
una masa, por primera vez, es seguir una receta al pie de la
letra. Y esto es válido tanto para el que se inicia en el pan casero,
como para el experimentado panarra de pro, que ha logrado domesticar todo tipo
de masas. Seamos humildes: una nueva receta es siempre un desafío. Y para
entenderla, comprobarla y luego modificarla, actualizarla, ajustarla (cada
harina es distinta, cada clima un mundo, cada masa madre un ecosistema
diferente...), primero hay que respetarla y conocerla. Pero ya sé, pocos son
capaces de hacerlo (confieso que es una de mis secretas aspiraciones).
Muy a menudo nos facilitan recetas
atractivas y otras veces -las menos- nos dan fórmulas. Esto último es
más común entre profesionales que entre aficionados, pero no está de más
entender la diferencia y la utilidad de cada una. Si te acostumbras a utilizar
fórmulas no querrás otra cosa y tus recetas favoritas las transformarás en
fórmulas para tenerlas siempre a mano.
En una receta nos dan
una lista de ingredientes y la cantidad exacta de cada uno que debemos usar, en
gramos o equivalente (según el sistema de pesos y medidas usado). Con una
receta, en principio estamos sujetos a la cantidad que el autor haya querido
preparar: masa para un pan de 750 gr., o de 1000 gramos, etc. En el ejemplo que
se incluye después, la receta es para hacer 813,5 gr. de masa (bueno, algo menos
porque un poquito se nos queda pegada a las manos, la rasqueta, la
encimera...).
En una fórmula nos
facilitan igualmente la lista de ingredientes, pero sin embargo no nos dan la
cantidad de cada uno que debemos usar, sino el porcentaje de cada uno. En
panadería, las fórmulas utilizan como elemento de referencia la harina, por lo
que la harina se cuenta como 100% y el resto de los ingredientes en relación a
ella. Es lo que se llaman porcentajes de panadero (si quieres leer algo más
sobre las mates del panadero, hay dos entrada dedicadas a ello en el blog: Parte I y Parte II). Lo
bueno de la fórmula es que te permite, entre otras cosas, escalar los
ingredientes: a) en función de la harina que quieras usar; b) en función de la
cantidad total de masa que quieras preparar; todo ello con unas pocas y simples
cuentas. Es cierto que antes de comenzar a preparar la masa tienes que hacer las
cuentas y rellenar las casillas de cantidades. Si por ejemplo sólo te quedan 300
gr. de harina, usarás 180 de agua (el 60% de 300); 6 gr. de sal (el 2% de 300) y
2,1 gr. de levadura seca (0,7% de 300).
Con un ejemplo se ve claramente la diferencia
de presentación de los datos y la eventual utilidad de cada una
RECETA
|
INGREDIENTE
|
FÓRMULA
|
500
gr.
|
Harina panadera
|
100%
|
300
gr.
|
Agua
|
60%
|
10
gr.
|
Sal
|
2
%
|
3,5
gr.
|
Levadura seca
|
0,7
%
|
Una vez que tenemos nuestra receta, esto es,
cuando conocemos los ingredientes y la cantidad exacta que vamos a usar
de cada una, lo primero que hay que hacer es pesarlos. Antiguamente se
usaba más a menudo la técnica de medir que la de pesar: son esas recetas que
todos tenemos de nuestras abuelas y tías-abuelas que empiezan con "una taza de
aceite, otra de leche...." sin saber cuánta leche cabía en la taza de cada
casa... y que terminaban con un "harina la que admita", que ya es para echarse a
temblar. Salvo cuando hemos visto hacer la receta a nuestra abuela y luego a
nuestra madre, precisar cuánta harina admite una masa para que tenga la textura
correcta se convierte en prueba digna de un concurso.
Es mucho más fiable el sistema de pesos que el
de medidas de capacidad... hasta los americanos y británicos, tan aficionados a
sus tazas y cucharas (cups, table/teaspoons, ...) comienzan a plantearse que pesar los
ingredientes es un método más riguroso y fiable que medirlos.
Y sin embargo tengo que confesar que hay un par
de ingredientes que yo mido y no peso... pero luego lo cuento.
Si comenzamos por el principio, antes de comenzar a preparar la masa, lo suyo es
colocar en la encimera todos los ingredientes que vamos a necesitar.
Muy a menudo, nos contentamos con pesar la
harina y el agua y mezclarlos. Nos decimos que mientras se desarrolla la
autolisis (ese reposo que le damos al remojo de harina y que ayuda a que se
inicie el desarrollo del gluten, entre otros efectos) ya tendremos tiempo de
pesar los ingredientes que nos harán falta a continuación. Pero la cosa se
complica cuando, más tarde y tras un rato de amasado, con la levadura y la sal
incorporada, tenemos que coger la mantequilla para una masa enriquecida... con
pegotones hasta el codo y sin saber cómo se abre la nevera con el pie.
Esta manera de proceder tiene varios riesgos,
que pueden ser cumulativos (¡ajá!):
-
Que olvidemos algún ingrediente (la sal suele ser la candidata favorita al puesto de ingredientes perdido, aunque a veces es la levadura), pues aunque nos hemos leído la receta entera (¿de verdad?, la pantalla del ordenador/tableta se ha apagado al cabo de unos minutos y estás dudando si tocarla con las manos llenas de pegotones; el libro está cerrado y encima alguien le ha colocado un par de cosas, ¿serás capaz de encontrar la página correcta pasándolas con el dedo meñique, único que te queda medio limpio?);
-
Que dejemos los tiradores de los cajones y armarios de la cocina llenos de pegotes de masa (¿cómo le dices luego a tus hijas que van dejando huellas de Nutella por toda la cocina sin ponerte como la grana?);
-
Si somos pacientes y nos enjuagamos primero las manos, podemos atascar rápida y eficazmente (muy eficazmente) el fregadero de restos de "engrudillo harinoso".
Por ello una de las primeras recomendaciones
para llegar a ser un panarra avezado es "pesar todos los ingredientes desde el
principio": no olvidarás ninguno, no mancharás los muebles, tarros y paquetes,
no atascarás -por el momento- el fregadero.
Junto a los ingredientes, coloca las rasquetas
y cuencos que puedan hacerte fatal. Y con la "mise en place" lista... podrás
empezar a trabajar.
Personalmente, me encanta ver las recetas en
blogs como Ogia
ta labea, con esa mise en place perfecta para presentarnos los ingredientes.
Creo que es un modelo a seguir y, desde luego, se nota que Alberto tiene claro
qué y cómo enseñar a sus alumnos de pastelería y panadería en Gijón.
No está de más, tener pesados los cuencos que usamos más a menudo, para evitar esa situación complicada de que se nos apague el peso (¿bajo de pila? ¿tuvimos que rebuscar otro paquete de harina a medio pesar la cantidad necesaria?) en plena tarea de pesar los ingredientes.
Para pesar los ingredientes nos hace falta un
peso, digital mejor y si es posible que pueda medir de gramo en gramo, al menos
hasta 3 kilos, que es una cantidad razonable para masas hechas en casa (en fin,
si preparas 3 kilos de masa tendrás que tener claro que no podrás hornear
fácilmente todo ese pan de una vez, especialmente si lo formas en muchas piezas
de pequeño tamaño. Tendrás que buscar una estrategia para escalonar la
fermentación de la masa y, por tanto, el horneado. De ello hablaré en otra
ocasión: "Hornadas múltiples" o de cómo sobrevivir a comidas de familia
extensa").
Comenzamos pesando la harina o
harinas en un cuenco grande.
Luego pesamos el agua. El agua
se pesa en gramos. No se deben utilizar las jarras medidoras: en mi experiencia
y salvo que tengáis material de laboratorio en casa, no suelen estar graduadas
con precisión y el margen de error si medimos el agua en lugar de pesarla puede
ser grande.
Agua medida con la ayuda de una jarra
medidora
Agua pesada
En el ejemplo de las fotos, la diferencia es de
19 gramos en medio kilo, lo que significa 38 gramos o 3,8%. Casi un 4% de
variación en la hidratación de una receta se deja sentir: podemos pasar de tener
una masa controlada a una masa muy hidratada... o al revés, una masa muy seca
para el tipo de pan que deseamos elaborar.
Y así con los demás ingredientes, que vamos
colocando en sus respectivos cuencos o jarras.
Cuando llegamos a la sal y la
levadura seca tenemos que pesar cantidades muy, muy pequeñas.
Normalmente y aunque tengamos un peso digital que mide de gramo en gramo, no
suelen tener una precisión total en cantidades tan pequeñas como 3 gramos y,
desde luego, no es capaz de medir 0,5 gramos o 3,5 como algo distinto de 3 o de
4 gramos.
Y aquí es donde yo utilizo un sistema práctico:
pesé en una cuchara electrónica (que tiene sensibilidad de decigramos) la cabida
de mi juego de cucharas de repostería. Hice una medición con levadura y otra con
sal.
Primero, la levadura.
Luego la sal.
En resumen, para la marca de levadura seca que
yo utilizo y la sal fina que compro la medida de una cucharadita
(teaspoon) es de 5gr. de sal y 3 gr. de levadura seca. A partir de ahí,
estos son los únicos ingredientes que MIDO en lugar de pesar.
Utilizo el juego de cucharas (media, cuarto, octavo, dividiendo esas cantidades:
media cucharadita son respectivamente 2,5 gr. de sal y 1,5 gr. de levadura seca;
1/8 de cucharadita -es la más pequeña que tengo- es 0,4 gr. de levadura seca y
0,6 gr. de sal).
¿Cómo podemos hacerlo si no tenemos una cuchara
medidora electrónica? También es sencillo.
Toma un cuenco bien limpio y pésalo. Anota
cuánto pesa o tara el peso con el cuenco encima.
Echa en el cuenco 10 cucharaditas (si es
posible una cucharadita de repostería, para usar siempre la misma cuando hagas
pan) rasas de sal. Pésalo. Descuenta el peso del cuenco y sabrás cuánta sal
tienes en 10 cucharaditas. Divide por 10 y sabrás cuánto pesa la sal de una
cucharadita.
Repetimos la experiencia con la levadura. Una
vez abiertos tantos paquetitos como sean necesarios para esta pesada-medición de
levadura, tendremos que guardarlos en un recipiente bien hermético y seco (y en
la nevera, que reseca además de mantener el metabolismo de las levaduras parado
-o casi- por el frío).
Pero a partir de esta experiencia tendremos
claro cuánta levadura mide una determinada cucharita.
Otro sistema es coger un sobre de levadura
seca: los hay con 11 gramos (Lessafre), con 7 gramos (Belbake), con 5,5 gramos (Maizena) y 4,6 gramos (Vahiné), al menos que yo
conozca, según las marcas. Tomemos una cucharita concreta y veamos cuántas
sobres necesitamos para llenar un número exacto de cucharaditas. Sumemos el peso
total de los sobres y dividíamos por el número de cucharaditas obtenidas:
tendremos cuánto pesa la cantidad que cabe en un cucharadita.
Algunas personas prefieren usar levadura fresca
en lugar de levadura seca porque al multiplicar las cantidades necesarias por
tres, siempre será más fácil de pesar. Es una opción. La más conocida es Levital, que viene en paquetes con dos trozos de 25 gr. cada uno. Si dividimos el paquete en dos , tenemos 12,5 gr. de levadura fresca (uno 4,1 gr. de seca); si lo dividimos por cuatro, tendremos porciones de 6 gramos de levadura fresca, equivalentes a 2 gr. de fresca.
Pero una vez que hayamos determinado cuánto pesa la levadura seca y la sal que caben en una cucharadita que tenemos reservada para la panadería y repostería... el uso de la levadura seca es cómodo y práctico, midiéndola en lugar de pesándola.
Pero una vez que hayamos determinado cuánto pesa la levadura seca y la sal que caben en una cucharadita que tenemos reservada para la panadería y repostería... el uso de la levadura seca es cómodo y práctico, midiéndola en lugar de pesándola.
Por último, no está de más acostumbrarnos a
tener una cuaderno o ficha cerca para anotar. ¿Qué debemos anotar, si tan sólo
estamos siguiendo una receta de un libro, una web o que alguien nos ha
facilitado?
Pues son muchas las cuestiones que
podemos/debemos anotar:
-
La fecha en la que preparamos la receta y, si es posible, la temperatura y humedad de la cocina o lugar donde preparamos nuestra masa (mi peso tiene termómetro e higrómetro, aunque no es común): la variación que se produce en temperatura y humedad en casa de una estación a otra del año es importante. La receta no funcionará igual en julio y en diciembre y si nos acostumbramos a anotar esos detalles podremos aprender cómo cambian nuestras masas siendo la misma receta. Veremos cómo la fermentación es más rápida o más lenta, la masa más seca o más húmeda, ... y podrá hacer ajustes como multiplicar por dos la levadura usada en un a receta que hiciste en junio, para hacerla con éxito en un tiempo similar en el mes de diciembre.
-
Cualquier cambio que hagamos en los ingredientes: porque no nos queda suficiente harina de un tipo y usamos otra (fuerza por panadera, integral por blanca...)... O si tenemos que añadir algo más de agua, o menos, porque la masa está dura o blanda... Ello nos permitirá corregir las recetas para próximas veces.
-
Los tiempos: hora a la que iniciamos y terminamos cada fase (autolisis si la hay, amasado, primera fermentación, pliegues, preformado, formado, segunda fermentación....).
-
La temperatura y duración del horneado, si usamos vapor o no, si modificamos la temperatura del horno y en qué momento...
-
Nuestras impresiones finales: olor, aroma, corteza, miga, sabor...
Todo ello nos ayudará a aprender continuamente
de nuestros panes, a modificar las receta con una base empírica, a diseñar
cambios con efectos previsibles...
Habitualmente utilizo un cuaderno que tengo en
un cajón de la cocina para tomar estos datos y tener las recetas más habituales
a mano.
Pero luego me gusta pasarlos a limpio,
especialmente en los casos de recetas que estoy "investigando", probando o
desarrollando y de las cuales necesito controlar muchos más datos. Al principio,
utilizaba una
ficha que yo misma me había elaborado, muy completa pero quizás
excesivamente compleja.
Ahora tengo mi querido Pancetario, diseñado por
J.A.I.L. y elaborado por Krasnaia
ediciones: un lujo con los datos necesarios para hacerle un seguimiento a
cada receta.
Y con todo esto leído, ya estamos en disposición de sacar receta, harina, agua, levadura y sal y comenzar nuestra andadura...
Acabo de llegar a tu blog y me encanta, esta entrada muy buena.
ResponderEliminarBesos cris y Laura.
¡Cuánto me alegro de que sea precisamente esta la primera entrada que lees! Es justo por la que hay que comenzar. Bienvenida al blog y espero que te quedes por aquí y dejes sugerencias, preguntas y comentarios. Con todo ello podré adaptar el contenido a los fabulosos lectores.
EliminarMuchas gracias por tus recomendaciones, algún peso digital que nos puedas informar que funcione bien y no se agote la pila casi sin usarla.
ResponderEliminarHay muchos en el mercado. Yo tengo varios comprados en hipermercado que me van bien. Tengo uno que es el que uso habitualmente que tiene sensor de temperatura (en Cº y F) y de humedad ambiente, que es este:http://www.amazon.es/Jata-756-Multifuncion-B%C3%A1scula-cocina/dp/B0055ZGUAO/ref=sr_1_1?s=kitchen&ie=UTF8&qid=1398757086&sr=1-1&keywords=balanza+humedad+temperatura
EliminarMi cuchara electrónica está comprada en El Amasadero.
Pero luego he descubierto este peso, que tiene dos plataformas, una para pesos de gran cantidad y otro peso pequeño para cantidades muy pequeña (con sesibilidad de décimas de gramo) para medir levadura y similar: http://www.amazon.es/HoMedics-Group-Salter-Heston-Blumenthal/dp/B00DW419G0/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1398756855&sr=8-1&keywords=balanza+de+precisi%C3%B3n+doble.
Genial!! me ha encantado, suelo seguir todos los pasos tal y como dices, pero en mi "pancetario", no apunto la fecha en la que realicé la receta y me ha parecido muy importante!! tendré que tirar de fotos para ir poniéndoles la fecha...
ResponderEliminarMil gracias, eres la caña!!
Lorena.
Genial como siempre... Cuando lo estaba leyendo me veía a mi misma con las manos pringadas abriendo la nevera en busca de esa mantequilla necesaria para el pan de molde... o la sal, o... te juro que lo intento, pero a veces pueden más el "ya lo peso luego" que el sentido común.
ResponderEliminarMuy buena la entrada, de verdad :D
Ja, ja,ja,ja... ¿sabes por qué recomiendo actuar de esta manera? porque soy la primear que luego se vuelve loca encontrando pegotes de masa en los sitios más inverosímiles... el cajón de las especias, el de los cubiertos, el armario donde está la sal y el aceite o el film de plástico transparente....
EliminarHola Circe: una pequeña errata. En la fórmula del panadero, con respecto al agua, creo que se ha escapado un 0 y sería 65% en vez de 650%.
ResponderEliminarHe hecho vuestros bollos de mantequilla y han sido un éxito rotundo. Además probé a congelar 4 recién hechos y sin rellenar y descongelados al aire, muy muy buenos también.
Un saludo y gracias por los esfuerzos de alta divulgación.
¡Corregido! Menos mal que hay lectores... o esto sería la colección más grande de errotas del mundo.
Eliminar¿Dije "errotas"? Quería decir erratas. ¿O eran ratones? GRACIAS, de corazón.
¡Ummm, ohhhh, ahhhh, buffff, ahhhh, ummm, ohhhh! Qué placer, qué placer, qué placer ! Todo un orgasmo de lectura.
ResponderEliminarUn abrazo Circe y gracias por el elogio.
muy buenas recomendaciones !!
ResponderEliminarUn Pan esquisito, como no apuntarme al placer de tus recetas, un beso , un abrazo,de cuina la peladilla
ResponderEliminarEn tu vida anterior, o en la siguiente, fuiste/serás científica. Ole.
ResponderEliminarUno de los piropos más bonitos que me han dicho/dirán en toda mi vida.
EliminarEspero, al menos, que mi hija lo sea si sigue por su camino. Gracias, paniquesillo.
Por otra parte, da gusto ver que los "pros" del mundo panarra aficionado también pringan el asa de la nevera con las manos llenas de masa, atascan los desagües y se olvidan de la sal. No sé por qué, pero se siente uno mejor (desconozco si esto es un sentimiento del que uno debiera sentirse avergonzado). Deseando estoy de ver tus consejos sobre las "Hornadas múltiples".
ResponderEliminarMe encanta esta entrada como me encanta todo tu blog.... siempre me paso por aqui y te leo embelesada.... gracias por estar ahi. Susana
ResponderEliminarA mí también me ha gustado muchísimo esta entrada, realmente útil y simpática. Pienso recomendar su lectura a todo aquel que comience en esto del pan, y también al que lleve mucho tiempo. ¡¡Un momento que le pase una bayeta al teclado del ordenador!!
ResponderEliminarFelicidades por la entrada. Me siento tan identificado... Yo suelo perpetrar una caos en place importante, aunque ya voy mejorando. Luego soy un calculín y lo voy apuntando todo, pero cuando lo voy a pasar a limpio, como pase más de un día ni lo entiendo... Soy principiante de novato, pero me lo paso genial con mis progresos...
ResponderEliminarA los que dedicáis tiempo a escribir y orientar a los panarras incipientes, que sepáis que no cae en saco roto y que estáis haciendo una labor espectacular. VIVA EL PAN.
El término panarra....pues no sé. En Huelva las panarras son los murciélagos, si mal no recuerdo.
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