¡Y habríamos seguido hac-com-iendo donuts sin parar!
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Este ha sido uno de esos cursos mágicos como un cuento oriental. Mágico porque la profesora sabe bien lo que se trae entre manos. Mágico porque -qué casualidad- las que asistimos teníamos nombres bondadosos, alegres, felices, charlatanes y sabios. Mágico porque Bea se pasó por la clase y eso siempre es garantía de risas y buen ambiente. Y mágico porque el curso que podía colmar el hambre más insaciable, como un tesoro de Ali-Baba que se multiplicara sin tasa. A los ricos panes de pipas y semillas que nos ofrecieron a media mañana, comenzaron a sumarse a final de ella las decenas y decenas de doughnuts -rosquillas, en "cristiano"- que iban saliendo de nuestras manos.