... y se llama Richemont
La verdad es que tengo letras para un año, pero sólo quiero escribir unos cuantos párrafos en estas últimas horas de 2014, para que las leáis en el comienzo del próximo.
Este ha sido un año intenso en muchas esferas de mi vida, incluso en mis horas dedicadas al pan. Es verdad que el ritmo del blog se ha ralentizado: ¿dónde queda aquella gloriosa época en la que era capaz de publicar dos y hasta tres entradas semanales? Ahora apenas llego a publicar dos o tres al mes... pero es bien cierto que como el número de recetas, libros y blogs de interés en estos cuatro años de vida del blog se ha multiplicado, cada vez me resulta más complejo escoger cuestiones, temas o experimentos que puedan aportar algo a la vez novedoso, útil y de interés para los que hacemos pan en casa.
Y sobre todo, cuanto más pan hago más complejo me parece todo el proceso, más ganas tengo de quedarme leyendo libros y rebuscando información y más dudas tengo respecto a la posibilidad de hacer llegar todo ello de manera comprensible y simplificada a los que se quedan al otro lado de la pantalla.
Este ha sido un año intenso en muchas esferas de mi vida, incluso en mis horas dedicadas al pan. Es verdad que el ritmo del blog se ha ralentizado: ¿dónde queda aquella gloriosa época en la que era capaz de publicar dos y hasta tres entradas semanales? Ahora apenas llego a publicar dos o tres al mes... pero es bien cierto que como el número de recetas, libros y blogs de interés en estos cuatro años de vida del blog se ha multiplicado, cada vez me resulta más complejo escoger cuestiones, temas o experimentos que puedan aportar algo a la vez novedoso, útil y de interés para los que hacemos pan en casa.
Y sobre todo, cuanto más pan hago más complejo me parece todo el proceso, más ganas tengo de quedarme leyendo libros y rebuscando información y más dudas tengo respecto a la posibilidad de hacer llegar todo ello de manera comprensible y simplificada a los que se quedan al otro lado de la pantalla.
2014 en ese sentido me ha permitido cruzar un puente mágico: el que lleva de la afición a la profesión. Y no, no me he convertido ni hay visos de ello, en panadera profesional. Sin embargo, este año ha sido nuevamente especial porque me ha llevado a participar en una asociación profesional. Aún es difícil para mí entender y no agradecer suficientemente que me hayan "acogido" en ella. Con ello, he llegado a conocer de primera mano y de cerca una manera diferente, igualmente intensa, de hacer y vivir el pan artesano: el Club Richemont España (CRE).