Las mil y una ... rosquillas

¡Y habríamos seguido hac-com-iendo donuts sin parar!

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Este ha sido uno de esos cursos mágicos como un cuento oriental. Mágico porque la profesora sabe bien lo que se trae entre manos. Mágico porque -qué casualidad- las que asistimos teníamos nombres bondadosos, alegres, felices, charlatanes y sabios. Mágico porque Bea se pasó por la clase y eso siempre es garantía de risas y buen ambiente. Y mágico porque el curso que podía colmar el hambre más insaciable, como un tesoro de Ali-Baba que se multiplicara sin tasa. A los ricos panes de pipas y semillas que nos ofrecieron a media mañana, comenzaron a sumarse a final de ella las decenas y decenas de doughnuts -rosquillas, en "cristiano"- que iban saliendo de nuestras manos.

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No puedo negar que volví satisfecha. Y es que me apunté para redondear un fin de semana de escapada a Madrid -por trabajo- en el que cupo un musical maravilloso (muy recomendable), una comida familiar entrañable que me supuso un regreso a mi más feliz infancia, una estupenda entrevista gastronómica (¡alguien ha querido entrevistarme!, ¿os lo creeis?), una cena oriental, una estancia artística y fraternal, y muchos minutos metida en el metro entre una cita y otra.

Estaba deseando conocer a Miriam, de El invitado de invierno. Seguía su blog desde hace tiempo. Nos habíamos intercambiado correos en alguna ocasión, comentarios... Y es ella, igual a su blog: culta, aguda, sabia, paciente, con un punto de timidez-dulzura que la hace entrañable.

Para mí fue una mañana perfecta. Llegué al curso agotada -y es que el fin de semana ha dado muuuuucho de sí-, pero conocer a mis compis de escuela dominical -no es lo que parece- fue apasionante. Creo que enseguida se creó un ambiente cómplice, amable, y de curiosisidad intensa.

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La mañana cundió mucho: hicimos tres tipos de donuts, dos de ellos de masa fermentada (de panadero) y una de masa abizcochada.

Tuvimos, claro, que lidiar con el amasado y la incorporación de la mantequilla tanto para una masa blanca y otra de chocolate, ambas con una roma a vainilla delicioso.

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Tras una buena fermentación y tras desgasificar la masa, hay que formar los donuts.

Los donuts levados sin chocolate los formamos a mano: hicimos porciones de 50 gramos (más o menos), boleamos y luego estiramos en rosquilla. Los donuts de chocolate se forman con un cortador y para ello primero se estira la masa con rodillo hasta que tenga aproximadamente 1 cm. de grosor. Con el cortador, salen unos donuts algo más pequeños, porque además de la rosquilla obtenemos unos divertidos agujeros de masa (unas bolas deliciosas para rellenar de mermelada o comer azucardas).

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Los donuts deben fermentar bien por segunda vez.

Y luego se fríen en aceite no excesivamente caliente.

Por último, preparamos la receta de los donuts abizcochados, que hay que formar con manga pastelera sobre papel engrasado. Entre que no encontrábamos la boquilla adecuada y la falta de habilidad de alguna participante -y sin señalar, creo que mis donuts tenían cualquier forma menos la circular- estos donuts no quedaron tan bonitos (pero vaya, muy, pero que muy ricos. De eso se trataba, ¿no?).







Incluso nos atrevimos a hornear algún donut -en lugar de freirlo-. Pero el resultado es muy diferente.

Donuts horneados                      Agujeros de donut (doughnut holes) horneados

Al final de la mañana preparamos dos glaseados -blanco y de chocolate- y convertimos nuestros donuts en algo hermoso y apetitoso.

Y con ellos me despido, dando una vez más las gracias a Bea -La Cocina de Babette- y a Miriam -El invitado de invierno- por este magnífico curso. Y a mis compis durante ese día, que lo convirtieron en inolvidable definitivamente.

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PS: Y si alguien se queda con las ganas de alguna receta, pues la propia Miriam ha publicado ya la los donuts de chocolate y la de los donuts abizcochados, que ella llama "bizcochosos".