Ha sido una semana de caminos y comida, de pan, mar y montaña. Conozco poco Galicia, pues sólo habia pisado esta tierra un par de veces y por pocos días. Y en realidad, fueron un par de escapadas profesionales, con lo que eso significa: aterriza en un aeropuerto, coge un taxi, cena con colegas, hotel de convenciones, días de reuniones, alguna cena por calles desconocidas, taxi, aeropuerto y a casa.
Pero me he tomado la revancha en la semana que nos tomamos de vacaciones viajeras. Y creo que será la primera de muchas visitas más a Galicia (no profesionales, espero). Me ha subyugado todo: el paisaje, el clima (sí, el clima, que para sol tengo el sevillano el resto del año), el mar, la comida, su gente (especialmente sus mujeres).
Las comarcas de Ares y Mugardos nos han acogido con sus días ventosos, de sol y lluvia a la par, sus noches frescas (de edredón en agosto, si me lo cuentan no lo creo). Y sobre todo, sus panaderías. Sin entrar ahora en la calidad de sus productos, al menos en Galicia existen las pequeñas panaderías en cada rincón de su geografía. Quizás por su población dispersa, quizás por una mayor vida tradicional... la realidad es que ha sido un placer "panarra" el viaje. Y de eso van estas crónicas. No han sido demasiadas, pero algunas experiencias panaderas hay para compartir.