Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
pues ellos serán saciados.
(Mateo 5:6)
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Hay personas que dejan huellas profundas a su paso, marcas de su presencia, de sus enseñanzas, de su ejemplo... marcas y huellas que no borra la muerte. Y sé que el dolor de la pérdida es pequeño comparado con la grandeza de la memoria, que nos devuelve la sonrisa al recordar las anécdotas, los gestos, las miradas, las palabras, ... Y por eso sé que a la tormenta de este pasado fin de semana (el cielo entero se rompía y enfurecía por su marcha) sucede la calma y el sol que nos ha de reconfortar en su recuerdo.
Hace unos días fallecía un hombre bueno, sediento y hambriento de justicia, un cuerpo pequeño que albergaba una inteligencia grande y un alma aún mayor. Y este pan, el pan de cada día, es mi homenaje a su partida: el pan que ha de saciar el hambre de justicia, en la que creyó y por la que luchó desde las aulas, desde los periódicos, desde cada foro y cada rincón de la tierra. Descanse en paz.
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El maestro explica lo que sabe,
enseña lo que es.
Una entrada preciosa y un homenaje sincero y sencillo como un buen pedazo de pan.
ResponderEliminarDescanse en paz.
Saludos
Descanse en paz. Que Dios lo bendiga con lo mejor.
ResponderEliminarJuan J.