jueves, 18 de septiembre de 2014

Artesanía panarra

Más madera


No era un viaje panarra, no esta vez. Eran vacaciones familiares por tierras de Asturias y Cantabria. Y allí no podía faltar el pan y las aventuras panarras que son ya parte de la piel de la familia. El mundo que nos rodea está lleno de cereal, harina, pan y enamorados de todos ellos. Y, entre ellos, artesanos que unen profesión y pasión... y lo comparten. 


En el museo Arqueológico de Oviedo pudimos ver antiguos molinos tardo-romanos de cereal.


Pero en realidad no supimos encontrar ningún sitio de pan que nos arrebatara. De hecho, y como yo llegué al final de la estancia familiar en Oviedo, tampoco puse empeño en buscarlo.

Después fuimos a Santander. Allí no fue fácil encontrar pan que se saliera de lo normal. Pero tengo que confesar que el que comimos, comprado en un hipermercado nos pareció bueno. Eso sí, siempre que compráramos la hogaza y las barras grandes, nada de pseudo-baguettes o pseudo chapatas.

Igualmente bueno estaba un pan que compramos en una pastelería típica de la ciudad,  Pastelerías Gómez. Lo más costoso fue explicar a la dependienta por qué no lo quería cortado y metido en una bolsa de plástico.


Este establecimiento es más conocido por sus maravillosos hojaldres y tiene el obrador en el centro de la ciudad, en la calle Santa Lucía. Aunque hojaldres buenos, nos dijeron, los de Torrelavega, donde han creado una Cofradía del Hojaldre.

Durante el viaje transcurrió mi cumpleaños. Entre otros muchos detalles que tuvieron mis hijas y costillo conmigo, me regalaron este pequeño adorno para el móvil. Sí, sí, parece un pretzel...


... pero en realidad es un dulce local de hojaldre glaseado.


Eso sí, sorpresas te da la vida. Y dos grandes nos llevamos en este viaje. Como se dice coloquialmente, una de cal y otra de arena.

La sorpresa ingrata fue descubrir una panadería el último día que se rotulaba así:


Y exhibía esta información,


Y ofrecía este pan en concreto:


Y que obviamente compramos, ensalivando antes de llegar a casa. Nuestra decepción fue grande. Eso era lo que nos habían vendido:



Os puedo asegurar que no era remotamente parecido a un pan de masa madre. Lo mejor del conjunto: el cabrales viejo y muy bien curado, que hizo el pan más llevadero. ¡Lástima y frustración al ver cómo se desinforma al cliente!

Pero como anunciaba, los últimos días del viaje nos depararon una segunda sorpresa y esta muy, muy grata. Descubrimos un auténtico a-PAN-sionado. El azar nos llevó a alquilar precisamente el apartamento de uno de los primeros miembros de El Foro del Pan, extremo que descubrimos nada más empezar a "cartearnos" (¿"emailearnos"se puede decir?). Dispuesto a dejarme los ladrillos refractarios en el horno de casa, pudimos disfrutar de un piso de ensueño.

Su casa es un refugio de calma, en el que el pan tiene su rincón hecho a mano.


Un artesano de la madera, David Santiago, que además de muebles e interiores diseña y elabora artesanalmente palas de hornear, rodillos, tablas de cortar, encimeras de amasar... y otros utensilios de cocina.

Sabiendo de su pan-sión, le llevamos como presente uno de los maravillosos Pancetarios que elabora Javier, de Krasnaia ediciones, siguiendo el diseño interior para las recetas elaborado por J.A.I.L., otro insigne miembro de El Foro del Pan (y de mis primeros amigos de verdad dentro de este mundo panarra).


A cambio, y como el que regala una pequeñez, me traje a casa una maravillosa pala elaborada por él, preparada y envuelta con esmero, con el mango pirografiado...



... una joya que voy a disfrutar mucho -rectifico, que ya estoy disfrutando mucho- en la cocina.


Es una pala especial. Tengo otras, pero ninguna como esta: es suave, pulida, ligera, consistente... y con un mango extra largo que me permite salvar mis antebrazos, que ahora portan testimonios constantes del horneado.

Pero el intercambio de regalos fue una nimiedad comparado con lo que nos quedaba por disfrutar, o según como se mire, fue tan sólo el aperitivo de un día extraordinario. Para poder organizar el encuentro y conocernos hubo que esperar al fin de semana, para que David tuviera el día libre y pudiéramos todos encontrarnos en Comillas. Allí nos recibieron él, Mila, mujer maravillosa y Dani.

En principio yo pensaba que sería un paseo y café casi protocolario -de esos de cumplir, que nosotros éramos una familia ruidosa, con niñas, haciendo turismo castizo y ellos tras una semana dura de trabajo aspiraban a gozar de algo de tranquilidad el fin de semana-. Pero se transformó en una invitación a comer en su casa una sardinada casi improvisada con... los mejores panes del viaje. Probamos un pan de masa madre hecho por David y otro preparado por Mila, que se ha contagiado de la pan-sión: a cual más rico, fueron sin duda y desde luego los mejores que probamos en el viaje.


Comimos y reímos, visitamos monumentos, paisajes naturales, cementerio, playa y mar... conversamos sin callar, adultos y niños. Y nos faltó tiempo. Y eso que cogimos el último de los autobuses posibles para regresar a Santander... Se han quedado tantas cosas por discutir, proponer, ... no hemos hecho pan juntos, no hemos visitado el parque de Oyambre, tenemos más hambre de quesada, de sardinas, de amistad, de buen pan... ganas de volver.


¡Gracias David, Mila y Dani, por hacer este viaje inolvidable!

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